Refugio
No negaré que hay días que prefiero estar desinformada, a seguir las noticias que dan cuenta de la situación mundial. No puedo con la tristeza, con la angustia, la rabia e impotencia que me produce contemplar tanto sufrimiento, tantas injusticias, tanta sangre inocente derramada, pero sobre todo, ver y escuchar a los psicópatas que tienen en sus manos el gobierno de las distintas naciones. Personajes siniestros,sibilinos y cada vez más deshumanizados e interesados solo en mantener el control del poder, y esto a costa de lo que sea, sin importarles el sufrimiento que producen. E incluso hay alguno que tiene la osadía de aspirar al Nóbel de la Paz, tremenda contradicción, y ahí lo vemos haciendo méritos, o él se lo cree ,para que se lo concedan. Se me ocurre que es tan pobre, que solo tiene dinero. Afortunadamente no lo han tenido en cuenta y ha recaído en otra persona.
Y mientras, la Unión Europea sigue sin hacer nada.
Ante este panorama, y para encontrar un poco de consuelo y paliar tanto dolor que estos días me paraliza y aplasta, me vuelvo a mi refugio que es un puerto seguro que me cobija y me protege de la tormenta, y ahí continúo hasta que ésta amaine. Mi casa ahora es Macondo y aquí convivo con José Arcadio Buendía, con Úrsula Iguarán, con Aureliano Buendía, con el gitano Melquíades, con Amaranta... Personajes inolvidables de “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” Este es el libro que he elegido como refugio, y su lectura me reconforta, además de proporcionarme un renovado goce estético y espiritual. A la vez que reafirmo mi admiración y respeto por este gran escritor y su capacidad creativa, y si no, juzgue por usted mismo, estimado y amable lector: “ Un hilo de sangre salió por debajo de la puerta, atravesó la sala, salió a la calle, siguió en un curso directo por los andenes desparejos, descendió escalinatas y subió pretiles, pasó de largo por la calle de los Turcos, dobló una esquina a la derecha y otra a la izquierda, volteó en un ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta cerrada, atravesó la sala de visitas pegado a las paredes para no manchar los tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva amplia la mesa de comedor, avanzó por el corredor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la silla de Amaranta que daba una lección de aritmética a Aureliano José, y se metió por el granero y apareció en la cocina donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan”.
Después de esto, nada más se puede agregar.
Carmen María Ferrera Gil




























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