
Es decir… por aquel entonces yo solo me dedicaba a tocar la guitarra en mi habitación, repitiendo una y otra vez canciones de los Beatles, de los Who y de los Rolling, incapaz de escribir una jodida estrofa que sonara medianamente decente… Hasta que el viejo perdió el curro y empezó a beber como un puto cosaco.
Llegaba cada noche borracho como una cuba, incapaz de caminar en línea recta o articular una frase con sentido, pero muy capaz de cerrar el puño y estampármelo en la cara.
Jamás supe por qué me jodía solo a mí cuando éramos cuatro en aquella casa, ¿sabes? Y sin embargo era yo el único al que hostiaba… Tal vez veía cierto potencial en mí y creía que tenía que darme un “empujoncito”…
Hay momentos en que no sé si agradecérselo, ¿sabes? Porque esa fue mi catarsis. Otros necesitan que les rompan el corazón, que alguien la palme o que se les aparezca el mesías en sueños, mientras que yo “tan solo” necesité unos buenos puñetazos en la boca y otras tantas patadas en el estómago para sentir que tenía algo que decir sin sonar vacío y falso.
Cuando me despertaba tras una paliza, cuando me miraba la ceja abierta o el labio roto, cuando apenas podía abrir un ojo… entonces todas las musas me visitaban para que yo pudiese hablar de huidas, de no mirar atrás con rencor, de los días luminosos que me esperaban…
…Y de que la música me hiciera vivir para siempre en cualquier otro lugar... que no fuese aquel agujero gris en el que me había tocado nacer.



























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