Terrazas de bares y restaurantes, sí; pero, no a cualquier precio

Juan Reyes González

[Img #5587]Llevo observando desde hace algún tiempo, que hay una práctica enormemente intrusiva en nuestros pueblos y ciudades, por parte de la hostelería. Ni que decir tiene, que, el uso de las terrazas, es algo que llevamos haciendo desde hace mucho tiempo; nos encanta y las demandamos; y esa es una de las razones, por las que se han convertido en una tendencia, que no deja de crecer. Y de ello, del desmesurado crecimiento de las terrazas de los bares y restaurantes, voy a hablar, porque entiendo, que se están adueñando de nuestras calles y aceras.

 

Cada día podríamos observar, como crece la oferta de las terrazas, en nuestros pequeños y grandes pueblos de asentamientos de los establecimientos de restauración, que invaden las aceras, allá donde hay turismo, o simplemente consumidores. Para mí, su explosión es tal, que han invadido las aceras dejando en un segundo plano la necesidad de circular de los peatones.

 

Caminar por nuestros pueblos y ciudades, es cada vez más complicado, entre las obras, la masificación, y la invasión del espacio público. No puedo imaginar lo difícil que tiene que ser desplazarse, especialmente para personas ciegas o con baja visión, padres y madres con carritos, personas mayores o simplemente gente con algún tipo de problema de movilidad. Puede que muchos de nosotros, no hayamos padecido ninguna limitación sensorial o motriz hasta el presente momento, pero, de todos es sabido, que por desgracia nuestros cuerpos se deterioran y enferman, y en algún momento de nuestras vidas tendremos que sufrir estas limitaciones.

 

Tenemos el deber de proteger ciertos derechos mínimos y eso, no se está haciendo en la actualidad, cuando las aceras están siendo invadidas por las terrazas de los bares. No se entiende, cómo estamos permitiendo que las aceras se estén convirtiendo en campos de minas. Se supone que hemos de favorecer la accesibilidad, no dificultarla por el interés de ciertos negocios.

 

La actividad hostelera está limitando la necesidad que tenemos, simplemente, de caminar por la calle. Cualquier rincón vale, por absurdo que pueda parecer para poner mesas y sillas y servir consumiciones. No se tiene en cuenta si se obstaculiza el paso, o si se invaden zonas que deberían usarse para permitir el transito.

 

El problema no es que los hosteleros quieran hacer negocio, ya que eso es comprensible. Todos los que trabajan, lo hacen para poder vivir. El problema es que, en el afán de ganar dinero, como suele ocurrir, dejamos de lado nuestros propios derechos y necesidades. Es decir, que las personas queden en segundo plano. Parece prevalecer la máxima consistente en que pongamos por delante, primero el dinero y después a las personas; una constante de la tendencia consumista actual, que es la verdadera religión que nos une y nos organiza a todos nosotros.

 

Pero, ¿y nosotros, somos conscientes de que hay un problema con el abuso de la explotación de las terrazas?

 

Entiendo, que para solucionar un problema es prioritario su identificación. Y, a mí personalmente, me preocupa el hecho de no pensar en las consecuencias de la explotación de las terrazas, sin criterio por parte de los empresarios y autoridadesMe pregunto si las administraciones no han visto este problema y si piensan hacer algo al respecto. Me da que no; porque la realidad, a mí parecer, es que este problema va cada vez a más.

 

¿Y qué tenemos que hacer entonces los consumidores? Yo creo, que nosotros como consumidores, también somos parte en este asunto; y por ello, debemos reflexionar, y cuando menos ser conscientes de lo que está ocurriendo; ya que esconder la cabeza, no nos va a resolver el problema. Los consumidores somos parte del problema y de la solución; así que, por lo que nos toca, debemos ser conscientes de la problemática.

 

Yo entiendo, que para abrir un bar o restaurante se requieren licencias y lo mismo, supongo para poner terrazas. Lo que ocurre es que parece que se dan licencias con demasiada alegría sin aplicar criterios lógicos, como pueda ser en un principio, algo tan obvio, como estudiar si hay sitio suficiente para ese tipo de explotación en el lugar propuesto.

 

Ni que decir tiene, que la expansión de las terrazas tiene que ver con el grado de desarrollo de los pueblos y ciudades en cuestión, como destino turístico. Esto está claro. Pero en general, lo que alimenta este fenómeno es que hay muchos establecimientos de reducidas dimensiones que han visto en la terraza, un modo de expandirse sin tener que hacer obras.

 

Para terminar, no ponemos en duda, que consumir en el exterior, es un reclamo atractivo y a mucha gente le gusta aprovechar el buen tiempo. Es un contexto agradable en el que pasar un rato con los amigos o la familia, al aire libre. Todo eso está muy bien; pero, no debemos olvidar que la ocupación de un espacio público, supone para el ciudadano de a pie, y máxime para el residente, la privación de ese mismo espacio, para poder tomarse un descanso o donde poder charlar sin tener que pagar una bebida en una terraza; es decir, se nos priva de un espacio público, que pasa a tener un uso mercantilista, y con todo, lo peor de todo lo peor de lo peor, es que en muchas ocasiones, además, entorpece nuestro tránsito por el pueblo o por la ciudad, nuestra rutina y nuestros quehaceres diarios.

 

Entiendo que lo que toca en este caso, por el bien de todos y no de unos pocos, es abogar por ciudades , pueblos y barrios vivos, porque lo que hace atractivo a un barrio, a un pueblo, a una ciudad, somos sus residentes, su flora y fauna urbana: esos niños y niñas jugando por la calle, esos mayores descansando y charlando en sus bancos, esos vecinos y vecinas disfrutando, usando y construyendo con su presencia el espacio público, un espacio que es de todos y de todas, y por ello debe ser defendido contra viento y marea.

 

Juan Reyes González

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