La necesidad de construir una tradición sin complejos
“Me alejo profundamente de las dos vertientes del asunto: los que consideran que esto es un tema menor, falsedad aculturadora y absolutamente colonial, que como mucho acepta una idea folclorizadora y totalmente acomodada a los intereses de los que llevan ocultando nuestra realidad más de cinco siglos. Pero también me siento profundamente alejado de los que consideran que absolutamente todo lo que hay en la Canarias actual es fruto de las relaciones de poder y viene dado desde arriba”
Tengo entre mis manos el libro Sobre la indiferencia y el ocultamiento: la indefinición cultural canaria de Manuel Padorno. El texto fue leído en la ceremonia del Día de Canarias del año 1990, justo el día que Padorno recibió el Premio Canarias de Literatura. Es muy probable que lo haya citado antes porque me parece uno de los textos que mejor abordan, además con gran capacidad de síntesis, la identidad canaria.
El poeta comienza citando el desarraigo del hombre del campo, que deja su espacio para que allí se asiente el negocio turístico, en definitiva. “Ahora nos definen y nos califican y nos clasifican desde fuera”, escribe y creo que nos suena. Durante el discurso pone ejemplos sintomáticos de “ocultamiento”. Uno de ellos es el de Bartolomé Cairasco de Figueroa. Hasta que a finales del siglo XIX Elías Zerolo Herrera no lo incluya en su Legajo de varios no ve la luz su obra. Tres siglos de indiferencia para Cairasco, dos siglos y medio para Antonio Viana o siglo y medio para Viera y Clavijo, que sufren una suerte similar. Si los primeros canarios que cuentan Canarias son ignorados, ya nos podemos hacer a la idea del ocultamiento y la indiferencia histórica que plantea Padorno.
Ojalá fuera cosa del pasado. El mismo libro entre mis manos lo adquirí en una librería de segunda mano al precio de 1 euro en el año 2024. Enterrado en una tonga de libros, allí vi la portada con una pintadera del Museo Canario, que no dudé en adquirir. No es el primer caso. La primera edición de Psicología del hombre canario de Manuel Alemán, del año 1980, me costó 10 euros en 2008. Por la cuarta edición de 1982 del imperdible Natura y cultura de las Islas Canarias, coordinado por Pedro Hernández Guanir, pagué la friolera de 4 euros en el mismo 2008. Por cierto, parece que por fin se ha impuesto la lógica y el Gobierno de Canarias ha completado la adquisición de GEVIC, la Gran Enciclopedia Virtual de las Islas Canarias. No hubo que esperar tres siglos, como con la obra de Cairasco o Viana, pero la dilación ha sido una espera demasiado dura y difícil para su impulsor, Pedro Hernández Guanir, Premio Tamaimos 2017.
A mi juicio, todo esto encaja en lo que José A. Alemán en Entender Canarias llama, a modo de Padorno, “la cultura del ocultamiento”. Los consensos sobre identidad canaria son escasos y en ocasiones llenos de clichés. Es necesario reforzar lo que se conoce, apoyar en la divulgación de lo que está científicamente probado y avanzar en que sepamos cada vez más. En este aspecto, me alejo profundamente de las dos vertientes del asunto: los que consideran que esto es un tema menor, falsedad aculturadora y absolutamente colonial, que como mucho acepta una idea folclorizadora y totalmente acomodada a los intereses de los que llevan ocultando nuestra realidad más de cinco siglos. Pero también me siento profundamente alejado de los que consideran que absolutamente todo lo que hay en la Canarias actual es fruto de las relaciones de poder y viene dado desde arriba.
A los primeros se les combate en la acción diaria de la Fundación Tamaimos de manera demostrada. Los segundos buscan un purismo que no es para nada edificante para llegar al común de la ciudadanía canaria, muy distante de discursos supremacistas. La identidad canaria, como todas las identidades del mundo, está en constante evolución, sufre diferentes influencias y asume diferentes lógicas. Si ya se ha trufado nuestra historia, identidad y cultura de un halo legendario, mítico y folclórico, flaco favor hace que tengamos que revisar el origen de absolutamente para desterrarlo y negar su conexión con el pueblo canario.
Canarias vivió un proceso traumático con la Conquista y Colonización de las Islas. El etnocidio supuso una herida que, como vimos con los ejemplos de Cairasco, Viana y Viera y Clavijo, ocultó absolutamente nuestra voz, impidiendo que trascendiera. Canarias siempre ha dejado que la cuenten como se ve desde fuera, ahora sucede con el boom turístico y la globalización. La mayoría de las veces le damos más importancia a lo que cuentan de nosotros mismos que lo que realmente somos, tengo sobrados ejemplos que contar de administraciones preocupadas por ello. Es el momento que la contemos desde dentro, nosotros mismos, en un esfuerzo colectivo. Pero, y ahora me voy al otro extremo, hagámoslo sin enfrentar los escasos consensos que han trascendido. No tiene sentido enfrentar la celebración del Día de Canarias, por ejemplo, si se fundó esa tradición con la llegada de la Autonomía. Asumamos la celebración y resignifiquemos la misma para construir una tradición fuerte, que arraigue al pueblo.
De nada sirve enfrentarse a que la gente peregrine para ver las patronas de cada isla, como estos días sucedió con la del Pino. Para muchos de los nuestros, aunque no nos entre en las cabezas, esa es la tradición porque genera una costumbre de toda su vida, hay elementos de canariedad y están sus creencias de por medio, más allá de que esa creencia se haya impuesto, en un principio, con la espada y la violencia. A pesar del laicismo que defiendo para las instituciones, no tiene sentido que como divulgadores de la identidad canaria señalemos y combatamos esa tradición “porque fue impulsada desde las clases dominantes”.
En nada ayuda a la identidad canaria confrontarnos con nuestro propio pueblo. Tan canaria es la cultura precolonial amazigh, como las influencias americanas en la gastronomía o los géneros musicales llegados a Canarias desde Europa. A mi modo de ver, y sé que el de la Fundación Tamaimos, ese debe ser el camino. Acompañar a la gente, divulgar, promocionar y orientar hacia los desarrollos propios, con o sin influencia. Los que regentan el poder en Canarias desde hace más de 500 años prefieren que se le combata con extremismos mientras imponen fiestas absolutamente ajenas o llenan de profesorado español nuestras aulas.
Como divertimento intelectualoide está muy bien derribar y cuestionar todo, pero así seguiremos con la indiferencia y el ocultamiento al que aludía Padorno, cuando no con la mayor de las marginaciones. “Ha terminado el tiempo de la indefinición del hombre canario. De este hombre del Sur de Europa, del Norte de África, del Este de América: el hombre de la comarca canaria: el hombre de la Región canaria. Esa es nuestra tarea. Tenemos que arreglar el solar como sea”. Es una frase que, me consta, significa un auténtico desafío para las mujeres y hombres que integramos la Fundación Tamaimos. Desde luego nos encontrarán en la divulgación, la promoción, la denuncia de los atropellos, la innovación, pero nunca en los purismos ni los extremismos.
CODA: La foto que ilustra este artículo tiene una historia curiosa. Fue tomada tal día como hoy, 8 de septiembre, del año 2018 en el barrio marinero de Tufia. En ese sentido, me gustaría aportar dos cuestiones. Por un lado, la carrucha tiene dibujada la bandera más apócrifa del mundo. Tiene los colores propios de la tricolor canaria de las siete (u ocho) estrellas verdes pero el azul es demasiado oscuro y las estrellas están fuera del espacio azul que le corresponde. Además, ni siquiera son siete sino seis. Podía haberle dado una patada por blasfema, pero sin embargo le saqué una foto y me provocó una sencilla admiración esa muestra de canariedad popular y espontánea.
Por otro lado, Tufia es una de mis paradas obligadas cada verano, ya sea para un baño vespertino o para un simple paseo. Este año no he ido todavía pero pienso ir. Me dicen que está siempre llena de gente, repleta de coches mal aparcados y totalmente saturada. Voy a ir porque la playa es nuestra, no es de nadie. Es un ejemplo de que las cosas no se abandonan porque estén llevando un mal rumbo. Ya habrá tiempo de pedir responsabilidades y limitar el acceso, pero lo primero es visibilizar la excesiva presión que cuentan.
No hay que olvidar que Tufia fue declarada Sitio de Interés Científico y Bien de Interés Cultural. Por lo tanto, las administraciones deben ponerse las pilas para protegerla. Pero mientras tanto la playa es nuestra, de todas y todos, como demuestra esta carrucha liberadora apócrifa que ilustra este artículo.
Raúl Vega
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