
Un sábado del mes de mayo regresamos a La Laguna.
Para nuestra sorpresa había menos gente en la calle. Sin embargo, pudimos encontrar en las tiendas y negocios de toda la vida breves frases de escritores de cualquier tiempo y lugar que hablaban de la ciudad que descubrieron en su momento. Aquel detenimiento supuso el reencuentro de nuevo con una ciudad que desde los libros se abre al mundo en su contemplación. Y esta iniciativa feliz ha venido para singularizar a una ciudad que se expande más allá de sus límites. Queremos decir que La Laguna, a la que hicimos nuestra durante cinco años universitarios únicos y alegres, siempre late de manera distinta. Y eso está bien.
Así podremos afianzar y disfrutar su diferencia.
Juan FERRERA GIL
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