Cuando golpea el olvido

Josefa Molina

[Img #10531]Resulta doloroso comprobar cómo el ser humano tiene tendencia a olvidar a sus semejantes, por mucho que esos semejantes se hayan caracterizado por haber aportado riqueza a su comunidad a través del desarrollo de una labor social, cultural o intelecual, en un sentido u otro.

 

Soy plenamente consciente de que muchas veces el reconocimiento está precedido por el hecho de contar con unos padrinos adecuados, ser hija o hijo de tal cual personaje de renombre, ser miembro de tal o cual partido político o contar con una posición económica que te permita comprar esa relevancia. Ya se sabe aquello de ‘poderoso caballero es don dinero’.

 

Frente a este tipo de realidades, el olvido de personalidades del mundo cultural y literario, sin duda, motivado por mi personal interés por la capacidad artística y creadora del género humano, me resulta especiamente ofensivo.

 

Esta reflexión que comparto con ustedes viene a colación de la visita que durante este mes de agosto tuve el placer de efectuar a la isla de Madeira, una isla verde, repleta de cascadas, con pronunciados y volcánicos barrancos llenos de belleza y pueblos escondidos de una idiosincracia singular, que les invito a visitar si tienen la oportunidad.

 

Pues bien, en este viaje, me propuse visitar alguna de las casas-museos dedicadas a figuras literarias de la isla, para lo cual comencé por buscar a autoras y autores que hubieran nacido y escrito en la isla. Mi decepción fue máxima. Apenas encontré dos o tres referencias y solo en el caso de una de ellas, una casa-museo que se pudiera visitar. Se trataba de la casa-museo dedicada al periodista, ensayista y escritor Horácio Bento de Gouveia, uno de los máximos exponentes de la literatura madeirense, según se indica en la página web Cultura Madeira, fuente oficial del departamento regional de Cultura de Madeira.

 

Horacio Bento de Gouveia nació en Ponta Delgada en septiembre de 1901 y falleció en la capital de Madeira, Funchal, en mayo de 1983. Licenciado en Ciencias Históricas y Geográficas por la Facultad de Letras de Lisboa, publicó diversas obras, entre ellas, “Aguas calmantes”, en 1963, una obra que se convirtió en la primera novela madeirense en obtener reconocimiento internacional tras ser traducida al alemán en 1976. El escritor de Ponta Delgada fue reconocido a nivel nacional por la crítica de la época y recibió varios reconocimientos en vida como la Medalla de Oro, concedida por los ayuntamientos de São Vicente y Funchal. Además, el Ayuntamiento de São Vicente creó un premio literario a su nombre en 2002 y la residencia donde nació, ubicada en Ponta Delgada, se convirtió en casa-museo en 1986.

 

Con esta información, planifico mis días de vacaciones en la isla para trasladarme hasta Ponta Delgada con el fin de visitar en persona dicha casa-museo. Y hete ahí mi gran decepción: no solo estaba cerrada a cal y canto, sino que se encontraba en un estado de absoluto abandono y dejadez. O sea, la casa-museo creada para recordar y poner en valor la obra y legado de Horacio Bento de Gouveia, creada tres años después de su fallecimiento, es hoy por hoy, una fábula. No existe. Me gustaría saber por cuánto tiempo estuvo realmente abierta al público...

 

Reconozco que al enfado por el estado de deterioro en el que me encontré este espacio, tengo que sumar la indignación que me produjo constatar de forma tan patente el olvido que se plasmaba en aquellas paredes a punto del derrumbe hacia la obra de este escritor, supuestamente ‘una de las máximas referencias literarias de Madeira’.

 

Mi desolación fue absoluta e inevitablemente me llevó a realizar una comparación (aun sabiendo que no es equiparable, conocedora como soy de cómo se maneja el mercado capitalista) con el museo CR7 dedicado a la figura de Cristiano Ronaldo, un centro ubicado en Funchal, lugar de nacimiento del futbolista. Por la cantidad de personas que pude observar en el entorno del museo, puedo intuir (no he podido localizar por internet cifras oficiales al respecto) que recibe miles de visitantes al año, con lo que eso supone de ingresos para la entidad que gestiona el museo, que no solo cobra por entrada sino también por la venta de souvenirs de los más variados en torno a la figura de Cristiano Ronaldo.

 

Las varas de medir, como ven, son radicalmente opuestas. Y no digo que el futbolista no deba de contar con un museo dedicado a sus triunfos con el balón dado que, probablemente, sea el personaje madeirense más conocido a nivel internacional, sino que reivindico que otros personajes, probablemente mucho menos populares y conocidos pero que igualmente han aportado y aportan al conocimiento cultural de la isla, deben de contar con un espacio para su reconocimiento, es decir, deben de ser igualmente considerados y contar con una dedicación y cuidado por parte de las administraciones públicas locales. Por cierto, el aeropuerto de Madeira se denomina Aeropuerto Cristiano Ronaldo. Ahí dejo esa joya.

 

También en Funchal tuve la oportunidad de visitar la Casa-Museo Frederico de Freitas, conocida como Casa da Calçada, un precioso edificio pintado de rojo inglés que albergó la antigua residencia de los Condes de Calçada. La vivienda fue arrendada a Frederico de Freitas (1894-1978), abogado, notario y figura destacada en la sociedad y la cultura locales, quien vivió allí durante cuarenta años. Apasionado del coleccionismo, de Freitas se hizo con una notable colección de obras de arte que fue legada al Gobierno regional, institución que inauguró en 1988 la Casa da Calçada para dar acogida a la citada colección así como para albergar un espacio para exposiciones temporales.

 

Reconozco que esta visita me resultó de lo más, vamos a decir, atípica, dado que la realicé en la más completa soledad mientras un conjunto de siete personas, trabajadores del lugar, me vigilaban para que no realizara ningún tipo de fotografía de los diversos tesoros en forma de cuadros, muebles y obras de arte de los últimos cinco siglos, que se alojan en las distintas estancias. En ese momento, las 12 de la mañana, no había ninguna persona más que yo visitando las diferentes estancias del inmueble que, por cierto, cuenta con un romántico patio interior de una singular belleza que me recordó a las edificaciones de estilo modernista del catalán Andoni Gaudí, además de una sensacional biblioteca, repleta de tomos de historia, geografía y literatura, que bien justificó el abono de la entrada.

 

Un mayor regocijo me produjo visitar el centro cultural John Dos Passos, inaugurado en 2004 en Ponta do Sol. El edificio fue construido sobre el solar que albergaba la vivienda familiar del escritor estadounidense, cuyo abuelo paterno procedía de Ponta do Sol. La propiedad original perteneció a familiares de Manuel Joaquim Dos Passos, abuelo paterno de John Dos Passos, emigrado a los Estados Unidos en los años treinta del siglo XIX. En 1996, la propiedad fue adquirida por el Gobierno Regional de Madeira para albergar en ella un espacio donde en la actualidad se organizan talleres y conferencias que tienen como fin, entre otros, poner en valor el legado del escritor de Chicago, aunque he de decir que cuando visité el centro, la biblioteca estaba cerrada y solo pude conocer el espacio dedicado a un nicho digital. De resto, vacío. Quiero pensar que la nula actividad estaba motivada por el descanso veraniego...

 

En definitiva, este viaje a la hermosa isla de Madeira que, como las islas Canarias, viven volcadas en el turismo, me hizo reflexionar sobre lo poco o nada que importa la cultura literaria para las administraciones públicas. Cierto que la capital acoge un conjunto de museos ubicados en edificios que albergaron en su momento órdenes religiosas, cuerpos militares o familias de la alta burguesía de la época colonial así como otros más modernos como los museos de arte contemporáneo o etnográfico, que se pueden visitar previo pago de una entrada más o menos asequible.

 

Sin embargo, lo literario, el legado de las y los escritores, poco o nada interesa. Y lo digo con cierta aflicción porque existe un grupo de personas, entre las que me encuentro, a las que les gusta realizar este turismo cultural, un tipo de turismo al que las autoridades todavía no tiene en cuenta, con lo que ello supone de pérdida del conocimiento sobre el legado de intelectuales y artistas que alguna vez ayudaron a conformar el capital intangible y cultural de una sociedad.

 

Espero que las instituciones competentes, locales y regionales, alguna vez logren cambiar el prisma a través del cual observan el valor de las herencias que nos definen. Y solo no me refiero a Madeira que, en esta ocasión, me ha servido como muestra del tema al que realmente aludo en esta columna de opinión y que no es otro que el reiterado olvido del legado cultural e intelectual de los pueblos como entidades.

 

Para terminar, me gustaría dejar una nota en positivo ya que, en esta visita a la isla, me acerqué hasta la localidad de Machico. La ciudad costera se hermanó en 2022 con Gáldar, ya que ambas localidades atesoran la condición desde el siglo XV, de ser las primeras capitales insulares macaronésicas. El hermanamiento fue auspiciado por el Ayuntamiento de Gáldar.

 

Para mí supuso una alegría conocer esta condición de hermanamiento entre Gáldar, mi pueblo, y Machico, y me otorgó un motivo más para animarlos a visitar no solo esta bella localidad madeirense sino toda la isla que, les aseguro, les encantará, aunque más le encantaría si pudieran conocer de alguna manera a las personalidades destacadas del ámbito cultural y literario de la isla. Eso seguro.

 

Josefa Molina

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