Cuando la muerte se convierte en botín
La muerte de Kirk ha sacudido la opinión pública. Su historia, su entrega y sus ideales lo colocan en el centro de la conversación nacional. Sin embargo, en lugar de ser ocasión para la reflexión y la unidad, su asesinato se ha convertido en una excusa para el enfrentamiento político.
Los poderosos se sirven del dolor, manipulan la memoria de un muerto y lo convierten en símbolo que divide.
Me pregunto porque hombres y mujeres que, como Kirk, entregaron su vida por sus ideales, pero que no generan réditos mediáticos ni políticos y, por lo tanto, son olvidados. ¿Por qué el nombre de uno vale para encender discursos apasionados y otros quedan reducidos a cifras en un informe? ¿Quién decide qué vida merece luto público y qué muerte pasa al archivo de lo irrelevante?
Es ocasión para reflexionar y unirnos y no de apropiarnos de símbolos ni de manipular emociones colectivas, algunos partidos políticos y militantes no han tardado en utilizar su memoria para alimentar discursos de odio, dividir a la sociedad y justificar proyectos de poder.
El Evangelio nos advierte contra este tipo de conductas: Jesús denunció a los fariseos que se adueñaban de lo sagrado para su propio beneficio, que usaban la religión y el dolor del pueblo como espectáculo. Hoy asistimos a la misma lógica: se manipula el dolor, se usa la sangre como bandera y se reduce la dignidad de una vida a un arma partidista.
Pero lo más triste es el olvido selectivo, mientras un hombre se convierte en estandarte útil, miles de muertes causadas por la violencia, la pobreza, la persecución o la injusticia quedan en silencio. ¿Por qué no llorar a esas víctimas invisibles?, será porque no sirven a sus relatos. Solo levantan la voz cuando un muerto puede ser convertido en munición contra el adversario.
El evangelio es claro: Bienaventurados los que trabajan por la paz, esa es la alternativa. No la instrumentación, no el odio, no la división. No hay paz en la manipulación, no hay justicia en el oportunismo.
El reto está frente a nosotros, transformar el dolor en compromiso, la indignación en acción y la muerte en resurrección social. Sólo así su vida y sacrificio, la de Él y la de tantos otros tendrán un verdadero sentido evangélico.
Clamamos por la vida, la verdad y reconciliación.
Pedro L. Rodríguez Reyes
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