Cuando un libro llama a otros
Si hay algo que parece mágico en el ejercicio de la lectura es cuando un libro tiene el poder de 'llamar' a otros. Me estoy refiriendo a la acción, siempre generosa, que realiza el autor o autora cuando, por ejemplo en el marco de su novela, cita o hace referencia a otras novelas o a las personas que las escribieron, generando una especie de cadena en la que un libro llama a otro libro, ampliando tu horizonte de lecturas.
Esto justo fue lo que me sucedió con la lectura de Una noche de Reyes de Noemí Trujillo, una obra muy original en cuanto a su planteamiento ya que la autora, nacida en Barcelona en 1970, opta en su conformación por una especie de mixtura literaria que une ensayo, novela, autoficción y ficción, todo un maremagnum creativo que ha logrado llevarme de la mano por un recorrido de la vida de esta poeta, destacada amante de la literatura con voz femenina y de la novela negra.
Escrito con una pluma ágil y precisa, la autora convierte la noche de Reyes en una velada en la que la magia se hace presente a través de la visita de los fantasmas de cada una de las escritoras ganadoras del premio Nadal de Novela. De esta forma, por la sala de estar de Trujillo discurren algunas de las literatas más reconocidas de la literatura española como Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Carmen Gómez Ojea o Elena Quiroga con quienes dialoga sobre sus personajes, especialmente sobre las mujeres protagonistas de sus novelas; sobre el proceso de creación literaria pero sobre todo, sobre el papel de la escritura como espacio para el encuentro con una misma, como espacio a través del cual conocerse y, llegado el momento, perdonar y perdonarse.
La obra nos presenta a una creadora sensible que nos adentra en la intimidad de su vida, rescatando lo bueno, lo regular, lo malo y lo peor de su existencia, con especial relevancia de las personas que han marcado para bien o para mal su vida, su abuela, su esposo, sus hijas y sobre todo, su madre.
Con la lectura de este libro, me he sentido partícipe de su vida ya que la autora, desde una sinceridad y una sensibilidad inusitada, me ha permitido adentrarme en sus luces y sombras, en sus miedos y en sus valentías, en sus secretos y en su memoria, utilizando para ello alarde de una entrañable capacidad de evocación del pasado que nos va mostrando de forma intercalada entre conversación y conversación con las autoras ganadoras del citado premio literario. Y lo más difícil, todo ello desde el duro ejercicio que supone racionalizar el terror que genera saberse enferma de cáncer, espada de Damocles que transita a lo largo de todas las reflexiones y pensamientos que plasma en negro sobre blanco en esta obra.
Una noche de Reyes congrega a las reinas ganadoras del premio Nadal desde su creación en 1944 y hasta los 1990, dando cita en la intimidad de su salón o su cocina a las autoras ya fallecidas que toman forma de fantasmas. Por allí, pasan Carmen Laforet, autora de Nada; Elena Quiroga, con Viento del Norte, Dolores Medio, con Nosotros, los Rivero; Lluïsa Forrellad, con Siempre en capilla, Carmen Martín Gaite, con Entre visillos, Ana María Matute con Primera memoria, Carmen Gómez Ojea, con Cantiga de agüero y Rosa Regás, con Azul.
Con todas ellas conversa sobre la vida, la propia y la de ellas; sobre los personajes de sus novelas, especialmente sobre las protagonistas femeninas, en un conjunto de obras que responden a un mismo patrón narrativo que se rompe con Lucía Etxebarría con Beatriz y los cuerpos celestes, ya en los noventa. Presenta igualmente a las autoras ganadoras del Nadal en los años del siglo XXI. De esta forma, también están nombradas con especial cariño Maruja Torres con su novela Esperadme en el cielo, Clara Sánchez, con Lo que esconde tu nombre, Alicia Giménez Bartlett con Donde nadie te encuentre, Carmen Amoraga con La vida era eso, Ana Merino con El mapa de los afectos, Najat el Hachmi con El lunes nos querrán y Inés Martín Rodrigo con Las formas del querer.
Hay que recordar que el Premio Nadal de Novela es uno de los más reputados y el segundo más antiguo de los premios literarios que se otorgan en nuestro país después del premio Adonais. Un premio a través del cual solo se han distinguido, hasta el momento, a dieciocho mujeres en sus 80 ediciones. ¡Solo 18! Humm...Reflexión en voz alta: ¿es que acaso las mujeres no escriben? ¿es que sus obras no alcanzan la calidad literaria para ser reconocida por este u otros premios? ¿es que existe misoginia en el campo de los premios literarios?
Quiero pensar que esta dolosa diferencia en el número de distinciones se debe al hecho de que las escritoras, como ha sucedido en tantos otros campos de la creación artística, han contado con menos oportunidades para dar a conocer su valía literaria por los motivos que todas y todos sabemos, es decir, por estar sometidas al papel que la cultura patriarcal establecía para las mujeres, oséase, aquello tan rancio de ser amas de casa, esposas y madres, sin otro objetivo más en la vida. Aunque tampoco descarto que la negación a la calidad de las obras escritas por mujeres se deba también -y precisamente- al peso que la cultura patriarcal lleva imponiendo sobre el género femenino del que las mujeres del siglo XXI todavía no estamos de exentas, a pesar de todos los avances en materia de igualdad.
Porque, y no lo duden, si el reconocimiento social, cultural e institucional a la obra literaria de las mujeres ha llegado -muy lentamente, a mi parecer- ha sido gracias al empeño y esfuerzo de muchas otras mujeres ensayistas, escritoras, académicas y editoras, empeñadas en sacar del olvido y poner en valor a las escritoras y su legado, una labor que también hay que reconocer porque ¿es que acaso no resulta totalmente injusto hurtar al público la oportunidad de conocer y disfrutar de las obras de autoría femenina y de todo lo que ellas pueden aportar al bello arte de la escritura? Pues eso.
En su obra, Trujillo realiza su particular homenaje a las mujeres escritoras que han sido referentes de la literatura española y, lo que resulta aún de mayor importancia para mí, rescata a estas autoras para la memoria colectiva, muchas de ellas totalmente desconocidas para el público lector (y no les digo nada, para el público en general). Entre ese público me incluyo ya que, por ejemplo, en mi caso hay autoras de las que no había tenido ninguna referencia hasta el momento como es el caso de la asturiana Carmen Gómez Ojea o la catalana Lluïsa Forrellad, quien en 1953 y con solo veintiséis años, obtuvo el Premio Nadal por su primera novela Siempre en capilla. (A modo de curiosidad, Forrellad, abrumada por la presión social que le supuso ganar el Nadal, desapareció durante más de cincuenta años de la escena literaria, lo que le sirvió para ganarse el sobrenombre de la 'escritora fantasma' entre los medios de comunicación de la época).
En definitiva, con este trabajo, Trujillo no solo recobra a todas estas escritoras para la memoria del público lector sino que alienta a la lectura de sus obras y ofrece un mensaje especialmente dirigido a las mujeres que escriben: no desfallezcas, inténtalo, lee y sigue escribiendo. No todas las personas que escriben pueden llegar a obtener el reconocimiento de la crítica ni de los premios pero eso no debe impedir que se siga escribiendo, aunque sea como un ejercicio de conocimiento y de búsqueda. Que no es poco.
Como despedida de este artículo, un mensaje directo a la autora: Gracias, Noemí, por dejarme entrar en tu mundo y, sobre todo, por alentarme a crecer a través de la escritura y la literatura.
Josefa Molina
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