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Óscar Wilde expresaba en el Diario de Dorian Grey que la moralidad moderna consistía en aceptar las normas de la propia época. Sin embargo, él consideraba que aceptarlas era la peor inmoralidad para una persona culta. Si el autor levantase la cabeza y contemplase que la moralidad contemporánea está mucho más ceñida a las modas que la anterior, probablemente volviese a morir al apreciar la decepcionante deriva de la evolución humana.
También, Carl Jung decía algo similar cuando defendía que una persona que se adapta completamente a una generación está destinada a morir en la siguiente. El fenómeno de masas y la globalización, reflejado en ejemplos como The Beatles, Abba o el reggaetón, son la materialización de una sociedad que encuentra en el seguimiento masivo la aceptación y la pertenencia a un grupo. Lo cual no hay que olvidar que se encuentra en el tercer lugar en la pirámide de Maslow, tan solo debajo de las necesidades fisiológicas y la seguridad.
La llegada de septiembre conlleva el comienzo del curso. Un momento en el que descubrir y conocer cómo piensan y actúan las nuevas generaciones. Desde mi perspectiva, visualizo una juventud hipócrita, concienciada con el medioambiente y los derechos humanos, pero dispuesta a comprar en las plataformas en línea todo tipo de ropa y artículos realizados en países en vías de desarrollo con mano de obra mal pagada e infantil, en algunos casos.
Son jóvenes, en su mayoría, conscientes de la guerra, las desigualdades y los negocios, aunque solo están dispuestos a luchar a través de un post en redes sociales. Esto último tan solo los valientes que no teman a quedar de aburridos o exaltados ante sus seguidores. Puesto que, en general, está mejor visto compartir fotos de fiesta o el nuevo álbum de algún artista.
Las publicaciones verdaderamente importantes han de pasar el duro y contencioso muro de lo “cute”, lo “tumblr” y lo “postureable”. Todo lo que no se rija por las efímeras modas de la más inmediata actualidad es considerado “cringe”.
El debate global se centra en los límites de la inteligencia artificial y su impacto en la sociedad, con la preocupación de que esta nueva herramienta supere lo predecible y nos conduzca más velozmente hacia una realidad cruenta o la extinción. Mientras que el foco se debería poner en lo humanista, no solo en lo tecnológico-científico. Pues es mucho más preocupante que la sociedad pierda su sentido crítico y se relegue a un pensamiento moderado y común, templado por las pantallas y los “trends”, que no permita desarrollar la cultura y el ingenio más allá que para la creación de un contenido superfluo y banal.
Irónicamente, la juventud sigue modas que apuestan por la diversidad y la ruptura de los cánones establecidos. Lo cual no sirve de nada, cuando el ser diferente se vuelve tendencia. Por ejemplo, los que hemos sido fans de la Familia Addams desde siempre, contemplamos con resignación como ahora, que la serie de Tim Burtom ha encumbrado el personaje de Miércoles, todo ese universo es consumido por aquellos seguidores de la mayoría que antes nos tachaban de bichos raros.
Concluyo haciendo un llamamiento a la retrospección más intrapersonal, con el fin de que cada uno escoja de la inmensidad de la cultura y la historia el trocito, la frase, la vestimenta, la música y la forma de ser con la que mejor se sienta, sin pararse un segundo a meditar lo que opinará el resto. Pues que la inteligencia artificial se torne más humana no asusta tanto, siempre que la inteligencia humana no se vuelva más artificial.
Fabián Cubas Ávila
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