¿Cambiará algo el reconocimiento masivo que recibe el Estado de Palestina?

Ramón F. Díaz Hernández

[Img #23498]Nada menos que 148 países miembros de la ONU de un total de 193 reconocen al Estado palestino. Es una cifra considerable pues supone un 76,7% sobre el total de la membrecía de la comunidad internacional. Y, sin embargo, hasta ahora ha servido de poco para ayudar a los palestinos de forma efectiva a que les libre de la amenaza de exterminio que sufren por parte del gobierno israelí. En términos concretos, lamentablemente, ese reconocimiento que les da una mayor visibilidad y una mejor personalidad jurídica de cara a las normas internacionales, no cambia mucho su actual situación dramática ante los ojos horrorizados del mundo. Que naciones tan poderosas como Francia, Reino Unido, Canadá o Australia y otros muchos países se sumen tardíamente a la larga lista de apoyos es un reconocimiento formal que se agradece, pero que queda en papel mojado dados sus escasos efectos prácticos. La ocupación israelí de la franja de Gaza por la fuerza de los tanques y a cañonazos, con bombardeos constantes, con la prohibición de entrada a la ayuda alimentaria y la consiguiente hambruna, con encarcelamientos arbitrarios y prácticas de exterminio, persisten y persistirán mientras tanto esa derecha ruin e inmisericorde gobierne en Israel y Estados Unidos. Si no cambian esos gobiernos deshumanizados nada cambiará sobre el terreno la situación de Gaza; nada detendrá el horror televisado diariamente de sangre, muerte y destrucción sistemáticos. En resumen, el reconocimiento se valora como algo muy importante, pero su eficacia práctica es tardía e insuficiente para revertir la situación. Se trata de un hecho simbólico, hasta cierto punto honroso, pero testimonial en tanto en cuanto en poco aliviará la actual situación de los gazatíes.

 

Con todo, no negamos que es una demostración con valor simbólico que tiene la importancia de que al menos el discurso está evolucionando. Del silencio cómplice se ha pasado a un posicionamiento crítico. El hecho de que España, Irlanda y Noruega reconocieran a Palestina en mayo del año pasado creó una dinámica (aunque modesta, pero real), a su favor animando a otros países a hacer lo mismo.

 

Las promesas de apoyo y reconocimiento de Francia han impulsado a los medios franceses a ver el conflicto en Gaza de otra manera. La palabra "genocidio" se utiliza cada vez más y se generaliza en todas las instancias. No es un punto de inflexión decisivo, pero sí una nueva dinámica. No cambiará la vida cotidiana de los palestinos, pero sí constituye un avance moral y legal según el derecho internacional. Mirando el mapa, vemos que son principalmente las naciones autodenominadas "occidentales" las que hasta ahora se han venido mostrando más reacios a reconocer a Palestina, con honrosas excepciones como España que en este aspecto ha sobresalido a un gran nivel. En cambio, Alemania, EE. UU. o Italia no se atreven todavía a pronunciar la palabra genocidio y mantienen su apoyo militar al gobierno de Netanyahu. ¿A qué se explica esa resistencia cuando las movilizaciones propalestinas se extienden en participación y dinamismo en el seno de esos países?

 

Probablemente por cuatro razones principales. La primera es el sentimiento colectivo de culpa —justificado hasta un cierto punto— en relación con el Holocausto. Algunos países han sido cómplices por su pasividad, incluso verdugos de crímenes de lesa humanidad contra los judíos como principalmente la Alemania hitleriana. Esta es también la razón por la que grandes países democráticos persisten, aún hoy en día, ochenta años después de acabada la segunda guerra mundial, manteniendo incondicionalmente su apoyo a Israel.

 

La segunda razón es el cortoplacismo político. La mayoría de los líderes occidentales temen ser acusados ​​de antisemitismo, especialmente en vísperas de las elecciones, y por lo tanto prefieren apegarse a una política seguidista y mantener el apoyo a Israel. Una tercera razón proviene del sionismo diaspórico. En otras palabras, el activismo de determinados colectivos sionistas dispersos por todo el planeta (que nada tienen que ver con el sufrido pueblo judío) es temido por parte de las naciones en donde aquellos se mueven porque con sus poderosos medios financieros y mediáticos influyen fuertemente en la opinión pública. Finalmente, la cuarta razón es el apego —legítimo hasta cierto límite— al derecho de Israel a existir. Dentro de este apartado, algunos dirigentes, como Donald Trump, por ejemplo, creen que un Estado palestino amenazaría la existencia misma de Israel, cuando es sabido por todos que la autoridad palestina reconoció al estado de Israel hace más de treinta años.

 

Reino Unido y Canadá también tardaron mucho en reconocer al Estado palestino. Eso se explica a grandes rasgos porque tanto el primero como el segundo siempre han tendido a alinearse con su hermano mayor, Estados Unidos, en política internacional. El paso que han dado ambos países, aunque tardíamente y con condiciones, tiene mucho valor al reconocer a Palestina y distanciarse así de Washington. Esta puede ser también una clara señal de independencia por parte de sus respectivos primeros ministros Keir Starmer y Mark Carney.

 

Los horrores inaceptables que se vienen desarrollando en Gaza desde el siete de octubre de 2023 y que están costando un gran número de vidas civiles, sobre todo niños inocentes, puede volverse objetivamente en contra de Israel por motivos muy diferentes y bien fundamentados. La situación de barbarie y deshumanización a la vista de todos en tiempo real constituye un grave peligro. Muchos israelíes e intelectuales judíos consideran a Netanyahu y a su gobierno de extrema derecha teocrática como los actuales sepultureros de Israel.

 

El sentimiento de culpa asociado con el Holocausto se desvanece gradualmente en la opinión pública mundial cada vez más indignada con la actuación brutal del ejército isrealí, y la respuesta desproporcionada a los atentados terroristas del 7 de octubre está dilapidando progresivamente la compasión y el remordimiento histórico que Israel ha disfrutado durante tanto tiempo. Hoy en día, vemos que cada vez más países —sobre todo en el Sur Global, pero también en Occidente— se distancian o incluso se alejan de Israel. El movimiento pacifista global y su influencia en la opinión pública mundial está dando pruebas de ello en todas partes. El verdadero peligro para el Estado judío es el aislamiento diplomático y sus consecuencias entre los inversores preocupados por su reputación ética, además de las medidas de presión que se puedan derivar de la aplicación de restricciones comerciales, supresión del abastecimiento de armas y derivación del turismo hacia otros destinos.

 

Pero lo más decisivo es, sin duda, el día en que Estados Unidos cambie de gobierno y se incline hacia otras posiciones políticas multilaterales más proclives a la restauración del orden internacional basado en los Derechos Humanos o hacia posiciones más condescendientes con el mundo árabe. También puede ocurrir que EEUU no disponga de medios suficientes para apoyar y proteger a Israel con la generosidad y complicidad con que lo viene haciendo hasta hoy. Otra hipótesis no descartable es que las repúblicas árabes se unan y rearmen con apoyo ruso o chino contra el creciente expansionismo sionista. Cualquiera de estas posibilidades podrían ser devastadoras para los israelíes.

 

Netanyahu es consciente de que detrás del reconocimiento formal de Palestina pueden venir otras consecuencias adversas para la continuidad de su política genocida y expansionista. Por eso está reaccionando muy mal ante el anuncio de los líderes de países como Reino Unido, Canadá, Australia, España, Portugal y tantos otros que recientemente están reconociendo a Palestina y apostando por la existencia de dos Estados conviviendo pacíficamente. A todos ellos les acusa sin pruebas de "alimentar el antisemitismo". Todo el mundo sabe que eso no es cierto. No admitir la invasión de los territorios palestinos, no es ser antisemita. Es sencillamente no aceptar la destrucción de un pueblo a manos de otro; es rechazar de plano la invasión de un territorio por la fuerza. Los pueblos no quieren la guerra y piden a sus gobiernos y a los organismos competentes el final de esta masacre. Netanyahu y su gobierno ultrarreligioso amenaza ahora con acelerar el proceso de colonización definitiva en Cisjordania y anexionarse ilegalmente este territorio palestino. De hecho, ya impide a los palestinos de Cisjordania comunicarse con el vecino reino de Jordania.

 

El gobierno israelí sabe muy bien que los países que apoyan a Palestina a tener su propio Estado no cederán, máxime cuando ha quedado bien claro que su verdadera intención es expulsar a los palestinos de su patria. Por consiguiente, esto no es tanto una provocación como un pretexto para justificar su precipitada carrera hacia la colonización de los territorios palestinos. Israel nunca se ha sentido tan poderoso, y especialmente tan apoyado por Estados Unidos. Esta precipitada carrera hacia adelante durará mientras Trump la apoye.

 

Ramón Díaz Hernández

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