El ayer

Juana Moreno Molina

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Hay que ver cómo son las cosas, me niego a traer a mi memoria los recuerdos del pasado porque son batallitas de viejos, así que intento no caer en la tentación de disfrutar de aquellas fotos antiguas, apoltronada toda la tarde viendo tanta gente querida desaparecida y tantos viejos que fueron guapos antes. Pero sucumbo a la tentación. 
 
Otra forma de mirar hacia atrás es cuando hacemos limpieza a fondo en los armarios y nos sumergimos en un ensueño al ver el vestido que nos pusimos en aquella remota ocasión, antes del diluvio, para sorprender al chico que nos gustaba, y que al final ni se fijó. 
 
Otros recuerdos de batallitas son los espacios de mi pueblo: la plaza, aquel árbol gordo “de quedar”, el murillo fuera de la plaza, que nuestras madres no veían bien que estuviéramos con alguien, el refresco Baya Baya en la cantina de Ramoncito y el Cine de Arriba para ver películas de menos del 3, so pena de confesión, donde el pretendiente me entregaba su pañuelo para secar mis lágrimas, consecuencia de la peli lacrimógena que proyectaban. Y al siguiente domingo se lo entregaba lavadito, planchadito y perfumado con mi colonia preferida, como ingenuo hechizo de amor. 
 
Y cómo, con maquiavélica intención, en los colegios hacían arder en nuestras jóvenes conciencias el ardor patriótico, alzando el brazo y cantando un himno que no entendíamos, pero que era guay.
 
Yo he decidido negarme a mirar hacia atrás, pero resulta que por mucho que quiera, no puedo, pues mi vida la comparto con personas de mi generación que encuentro y saludo por la calle y, por lo tanto, estamos de alguna forma unidos; si cuadra la conversación, al momento recordamos el ayer, y te aseguro, amigo/a, que pasamos un buen rato con las anécdotas y personajes de nuestro tiempo que nos hacen reír o suspirar melancólicos, terminando siempre en un largo silencio de sordos suspiros, hasta que uno de nosotros dice que nuestra charla es mejor que hablar de enfermedades o de todo lo malo que está pasando en este mundo, como si antes no hubieran pasado desgracias, y muy gordas, como la amarga experiencia de la posguerra española y la europea, con carencias de todo tipo, con clases sociales muy marcadas y con la sombra oscura de la guerra fratricida que siguió flotando largo tiempo en el ambiente. 
 
Pero nosotros, en aquellos tiempos éramos jóvenes e ignorantes, y la sociedad del momento nos amoldó a conveniencia en lo político y religioso.
 
Hoy que estamos saturados de información, y de burdos bulos, a la vez que nos bombardean con publicidad consumista no deseada, no dudo que sea otra forma de seguir siendo amoldados a la conveniencia de unas altas esferas que desconozco, pero, eso sí, nos queda el libre albedrío.
 
Texto e ilustración: Juana Moreno Molina
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