Educación infantil

Cumple lo dicho

La coherencia y la firmeza en las consecuencias fortalecen la confianza y el respeto mutuo entre padres e hijos.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 01 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

¿Cuántas veces has dicho algo como…

 

“Te lo advierto, la próxima vez te quedas sin parque”.

 

“Como sigas así nos vamos para casa”

 

“Te lo digo por última vez…” (aunque esa “última vez” se repita diez veces más).

 

El problema no es solo lo que decimos, sino lo que no cumplimos.

 

Cuando advertimos, amenazamos o lanzamos consecuencias que no ejecutamos, en realidad estamos enseñando a nuestros hijos a no tomarnos en serio.

 

Sí, muchas veces hablamos desde la rabia o el cansancio. Queremos cortar de raíz un comportamiento y soltamos frases que en ese momento nos parecen eficaces… pero que luego no sostenemos (porque no queremos dejarles sin cumpleaños, ni tirar sus juguetes, ni cumplir esas frases tan drásticas que dijimos…)

 

Y claro, el niño aprende que muchas veces... “mamá/papá dice, pero no pasa nada”.

 

Le estás enseñando que no hace falta que te tome en serio, porque muchas veces hay una “última oportunidad ”. Y lo peor, le estás demostrando que tu palabra no tiene mucho valor.

 

La importancia de la coherencia

 

Cumplir lo que decimos es ser coherentes y previsibles.

 

Los niños necesitan saber que lo que decimos tiene sentido, que pueden confiar en nuestra palabra. Eso da seguridad y estructura.

 

Si decimos algo y luego lo cambiamos porque nos da pena, porque nos olvidamos o porque no tenemos fuerzas para sostenerlo, el mensaje es: “puedes probar, al final no pasa nada”.

 

Si lo dices, dilo en serio y si lo dices en serio… CÚMPLELO».

 

¿Con esto que te quiero decir? ¿que cumplas tus amenazas? NOOOOO. Lo que quiero decir es que no amenaces, comunica consecuencias...y cúmplelas.

 

¿Qué hacer entonces?

 

  1. No digas nada que no estés dispuesta a cumplir. Si no vas a dejarlo sin dibujos, no lo digas.

  2. Habla menos, actúa más. No necesitas repetir diez veces. Una instrucción clara, una consecuencia lógica, y sostenerla.

  3. Piensa antes de hablar. Pregúntate: ¿es realista? ¿lo puedo sostener? ¿enseña algo?

  4. Conecta antes: antes de imponer, párate 30 segundos. Mira, respira y baja al nivel del niño si es necesario.

  5. Haz acuerdos visibles: en la reunión familiar o en un momento tranquilo.

  6. Define lo que tú harás: di lo que tú vas a hacer si no se cumple (por ejemplo “no podré leer el cuento hasta que esté recogido”).

  7. Revelado y razonable: la consecuencia debe ser relacionada, razonable y conocida de antemano.

  8. Sostén sin humillar: aplica la consecuencia con calma. Sin culpa, con firmeza amable. Explica: “Hicimos un acuerdo y no se ha cumplido; ahora aplico lo que dijimos.”

 

Un ejemplo

 

- “Como no recojas ahora mismo, mañana no vas al cumple de tu primo” (sabemos que lo vas a llevar igual).

 

Mejor prueba:

- “Cuando acabes de recoger la habitación, podemos poner la tele. Si tardas mucho, se nos pasará la hora y no habrá tiempo.”

 

O todavía mejor: “Vamos a llegar a un acuerdo: cuando termines de recoger, mamá hace contigo el puzzle, ¿te parece?”.

 

Lo importante es que si hacen un acuerdo, lo cumplas. No vale después decir que estás ocupada y ahora no puedes hacer el puzzle.

 

Si tu hijo sabe que cumplirás, él también lo hará.

 

Sé coherente, predecible y fiable. Eso es lo que necesita tu hijo de tí.

 

Otra estrategia es centrarte en lo que tú vas a hacer (en caso de que no se cumpla el acuerdo) y no en lo que le vas a hacer a él (en tono vengativo).

 

Fíjate en la diferencia:

 

  • Mejor: “Con tanto juguetes tirados en la habitación no puedo moverme ni jugar contigo. Voy a ir preparando la cena y cuando termines de recoger vuelvo”

  • Peor: “Si no recoges ahora, lo tiro todo a la basura y te quedas sin juguetes.”

 

La primera frase comunica una consecuencia real y asumible por el adulto: tú eliges tu acción (irte a hacer otra cosa). La segunda suena a amenaza emocional (dejarlo sin juguetes) y suele ser imposible de sostener —por eso los niños no la toman en serio.

 

Por qué funciona (y por qué falla lo otro)

 

Cuando lanzas amenazas que no cumples, enseñas a tus hijos a probar límites. Les transmites: “Puedes tentar y probar, porque al final la palabra del adulto no siembre es fiable.

 

Eso da lugar a desconfianza y a más conflictos.

 

En cambio, cuando cumples lo que dices (dentro de acuerdos realistas), les enseñas:

 

  • que las palabras tienen valor,

  • que hay límites claros,

  • que la familia es un espacio confiable.

  • responsabilidad y capacidad de resolución.

 

Sin culpa ni castigo, desde la conexión y el acuerdo.

 

Elige la versión que te hace sentir mejor

 

Tú decides qué tipo de familia quieres. Puedes elegir la escena del conflicto eterno, amenazas y desgaste… o puedes optar por acuerdos, conexión y consecuencias coherentes que enseñen.

 

Elige la que te permitirá disfrutar más del viaje y ser el padre o la madre que quieres ser.


 

Haridian Suárez

Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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