LA BRISA DE LA BAHÍA (251). Volver (II)

El reencuentro con el pasado revela la transformación de la ciudad y el peso de las decisiones no tomadas.

Juan Ferrera Gil Lunes, 06 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

“Ya dije en su momento, hará una semana, que no me atreví a entrar en la tienda donde ella trabajaba todavía.

 

Sí, ya sé que soy un cobarde, pero regresar después de 36 años me impedía materializar el comportamiento normal y lo que debería ser natural. Otra vez. No debía, pensaba, atravesar la puerta: un fantasma del pasado iba a provocar renovados encontronazos. Un auténtico cobarde sin remedio alguno: en eso me había convertido. De la misma manera que renuncié a una vida con ella, muchos años después volvió a pasarme lo mismo: mi natural apatía, por llamarlo de alguna manera, me sugirió que me marchase del lugar y abandonara el escaparate que miraba con avidez y sorpresa contenida. Y dejara atrás las cosas queridas en el Parque Municipal.

 

Ahora la ciudad es distinta. Ha crecido que ya no reconozco ni a las personas que a mi lado están y las calles han evolucionado tanto que ya me resulta difícil la vida; la vida que rompí en un momento determinado por miedo al futuro. En fin, sé que fui un pusilánime y creo que he sido un incompleto tonto de manual al renunciar a mis deseos apasionados de aquella juventud lejana. Llevé otra vida lejos de aquí, pero eso es una historia que ahora no me apetece recordar. Y no he salido de la isla: para vivir otra existencia solo hay que despojarse de la inmediata y desaparecer: convertirte en otro es muy fácil: solo hay que tener ganas; sí, las que yo no tuve en aquel momento. Margarita sigue siendo una mujer de campeonato: mayor, sí, pero guapa y hermosa: todavía conserva la lozanía de entonces; en cambio, yo me he convertido en una piltrafa común y corriente. Y no tengo nada que ver con el señor de la foto.

 

Ni siquiera sé para qué he venido. Quizás me enfrente al escorado deseo que no supe graduar en mi juventud. No sé. Ahora ya nada es lo mismo. Por cierto, ni siquiera sé quién tomó la imagen. Descuidado que soy. Sin remedio alguno.”

 

Juan FERRERA GIL

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