Un mundo de insensatos

Josefa Molina

[Img #10531]Que el ser humano es el más insensato de los seres vivos que recorren la faz de la tierra, a nadie sensato se les escapa. No en vano, es el único ser vivo que mata a sus prójimos y al resto de los seres por placer, por poder o por dinero.

 

Así nos lo demuestra la historia de la humanidad y, sobre todo, el día a día del mundo actual. No hay más que leer los periódicos o ver un telediario. O más evidente todavía: adentrarse por un rato en las redes sociales. Ahí tenemos ejemplos más que de sobra de la insensatez humana, en plena acción.

 

La insensatez humana resulta tan evidente y se expone de tal forma en todos lados y de tan diversas formas que hasta se presume de ella y se evidencia como una condición tal que una se pregunta si la humanidad no se estará encaminando definitivamente hacia su extinción. La cuestión no es baladí. De hecho, esta característica únicamente humana es tan apabullante y tan palpable en la sociedad contemporánea, que se ha convertido en objeto de estudio y análisis por parte de filósofos, pensadores, historiadores e intelectuales.

 

Que la insensatez no es precisamente una forma de actuar positiva se nos recuerda constantemente con sentencias varias como aquella que afirma "La insensatez es la madre de todos los males”, frase atribuida al filósofo romanoCicerón, que nos previene sobre las consecuencias negativas de la conducta insensata. O aquellas que se manifiestan desde la cultura popular tales como "A palabras necias, oídos sordos", que nos invita a no tener presente palabras o consejos insensatos o aquella otra que afirma "Todo necio confunde valor y precio", muy apropiado para un sistema mercantilista como el nuestro, donde se suele confundir el valor de algo con el precio que se le otorga, cuando no siempre uno corresponde al otro.

 

Personalmente, añadiría en esta exposición de sentencias aquella que afirma "Un necio encuentra siempre otro necio aún mayor que le admira". La sentencia, atribuida al poeta y críticos francés del siglo XVII Nicolas Boileau (1636-1711), encuentra en las redes sociales su mayor espacio de expresión dado que a través de ellas, nos percatamos de que la insensatez se retroalimenta de personas insensatas que admiran a otras que son aún más insensatas. Con lo cual el círculo de la insensatez vain crescendo sin encontrar un límite que le aporte un poco de cordura.

 

¿Contamos con una vacuna contra la insensatez? Pues sí, se llama pensamiento crítico, al que se llega a través del conocimiento y la discusión constructiva. Es decir, moviendo nuestra masa gris, nuestra inteligencia ejecutiva.

 

Sobre todo ello, nos habla el filósofo José Antonio Marina en su ensayo La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental, un extenso análisis resultado de años de estudio del estudioso toledano sobre los motivos que arrastran alprimate familia de los homínidos, con capacidad de razonamiento complejo y uso del lenguaje articulado, a comportarse en ocasiones, demasiadas ocasiones, en auténticos estúpidos, arrogantes y peligrosos no solo para sí mismos sino y sobre todo, para sus congéneres y demás seres vivos.

 

En esta obra, publicada en mayo de 2025, Marina nos adentra en las claves de su investigación sobre la teoría de la inteligencia, presentándonos un recorrido que comienza en la neurología y termina con una propuesta de conducta ética. Nos habla de dos tipos de inteligencia, la perezosa, “que conduce al fanatismo, los prejuicios, el pensamiento tribal, el dogmatismo, la credulidad, la superstición, la irracionalidad y otros frutos amargos” y la ejecutiva, entendida como aquella inteligencia que lleva al ser humano hacia la acción que tiene como objetivo la felicidad propia y colectiva. Es decir, la que relaciona los valores de manera fría, sin impulsos irracionales, “piensa en ellos, reflexiona, los clarifica, se pone en el lugar del otro, considera las consecuencias, inventa formas distintas de vida, va más allá del presente” porque aspira a un futuro mejor para todas y todos.

 

Esto exige que la persona sea consciente de su libertad y de la responsabilidad que supone contar con esa libertad. Porque también es necesario aprender a ser libres. ¿Y cómo hacer del uso de la libertad un acto de responsabilidad? Para ello necesitamos un arma: el pensamiento crítico, vacuna máxima contra la insensatez, triunfo del pensamiento ilustrado sobre el tribal, cuyo objetivo es labrar el camino hacia la felicidad pública, fin último de la inteligencia ejecutiva, una felicidad dirigida por la sabiduría como herramienta para la resolución de conflictos, especialmente los que atañen al ámbito público, el que concierne a todas y todos, y que tienen una orientación centrada en la búsqueda de la bondad, máxima demostración de la inteligencia.

 

¿Cuál es el problema? Que cada vez estamos más acostumbrados a que otras personas decidan por nosotros y al hacer esto, dejamos que sean esas personas las que dirijan nuestros destinos, hagan uso de nuestra libertad. Es decir, nos comportamos como menores con miedo a decidir y dejamos que otros, que se erigen en nuestros adultos de referencia, léase mercado, capitalismo, redes sociales, grupos de oligarcas, partidos políticos, gobiernos… decidan cómo, cuándo, dónde y qué ser, pensar y actuar, ofreciéndonos una falsa felicidad bajo las reglas del juego que a ellos les interesa y siempre en beneficio de sus propios intereses, que no suelen corresponder con los intereses de la gran mayoría.

 

¿Les suena? Es lo que vemos cada día a través de los medios de comunicación y muy especialmente, a través de las redes sociales. Debemos de ser políticamente correctos si no queremos ser sometidos al ostracismo social y al linchamiento colectivo. La cultura de la cancelación es una realidad que siempre ha asistido como conducta social. Antes se centraba en la rumorología, en el boca a boca. Ahora, cualquier persona, por anónima que sea, puede ser objeto de cancelación a través de las redes sociales. Ataque anónimo, perverso y muchas veces linchamiento de lo más cruel y despiadado para la persona que opina diferente al pensamiento prefijado por el establishment social, cultural, político y económico. Ataque para la persona que disiente. A las mujeres se nos tachó durante siglos de locas e histéricas cuando exigíamos nuestros derechos y pedíamos igualdad con los varones. Lo hemos vivido en nuestra propia piel. Sé de lo que estoy hablando.

 

En su ensayo, Marina nos propone el cultivo de la inteligencia ejecutiva como elemento de resistencia. ¿Cómo? A través del cultivo del pensamiento crítico. Esto supone, claro está, realizar el esfuerzo de pensar, de contrastar, de leer, de educarse, de aprender a reflexionar. Y ello requiere un esfuerzo activo y continuado, algo que muchas personas, por pereza, miedo o simple desidia, no están dispuestas a realizar.

 

Este comportamiento de falta de implicación en nuestras propias decisiones son analizadas por Marina desde el punto de vista psicológico y neurológico a través de lo que denomina ‘virus’, que se concretiza en sesgos o efectos cognitivos que posee todo ser humano. Es decir, atajos que utiliza el cerebro para tomar decisiones, muchas veces sin reflexión ninguna porque resulta más cómodo, porque no requiere pararse a reflexionar, porque pararse a reflexionar requiere esfuerzo. Es la procrastinación de la inteligencia humana.

 

Vivimos un momento de la historia de la humanidad marcada por la insensatez del ser humano en sus máximos históricos. Europa se encuentra sumida desde 2022 en una campaña bélica en sus fronteras con una Ucrania invadida y atacada por el gobierno de un oligarca como Putin, que aspira a convertirse en el nuevo Zar ruso; el pueblo de Palestina está sometido a un genocidio por el gobierno de Netanyaju con el beneplácito de Europa y el apoyo de Estados Unidos; un arrogante y déspota Trump juega a chantajear y amenazar al mundo sentado en el sillón del Capitolio y mientras, los ricos se enriquecen, las clases medias se empobrecen y las tasas de pobreza aumentan; las personas siguen muriendo en su intento de llegar a rozar el falso dorado que Occidente; el mundo se polariza y militariza y el medioambiente agoniza.

 

¿No les parece que estamos en uno de los niveles máximos de insensatez humana de su historia? En mi opinión es que sí. Y lo peor es que cada día alcanzamos cotas más elevadas. Cumplimos el récord de la insensatez superado a cada instante por un nuevo récord. Creo que se hace necesario más que nunca cultivar el pensamiento crítico.

 

Mucho me temo que nos va el futuro en ello.

 

Josefa Molina

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