“Se busca camarero: con superpoderes preferiblemente”

Borja Suárez Sánchez

[Img #32719]En España, y especialmente en Canarias, hemos descubierto la nueva criatura mitológica del siglo XXI: el camarero disponible. Buscar unicornios, dragones, sirenas y patrones buenos, ha pasado a un segundo plano.

 

Lo más complicado es encontrar a alguien que te ponga un café, cortado o barraquito. sin que hayas tenido que hacer la danza de la lluvia frente a la barra o un conjuro celta.

 

Los empresarios lo llaman “falta de mano de obra”. Los camareros lo llaman “explotación” “la de toda la vida en la hostelería, la de trabajo 12 horas, media jornada”. Y el cliente, mientras tanto, pide otra ronda que nunca llega.

 

Creo que es momento de dar los datos del misterio, no es que lo diga yo, lo dicen los números que son como los camareros: escasos, pero cuando aparecen, no fallan.

 

● En España se han perdido 32.000 camareros desde 2019.

● Se calcula que faltan más de 50.000 profesionales para cubrir la demanda estival.

● En Canarias por ejemplo, con 191.000 personas trabajando en hostelería.

 

En Canarias hay 27.000 desempleados que no aceptan estas ofertas para trabajar en el sector. ¿Qué raro, verdad? Debe de ser que todos prefieren quedarse en casa jugando a la PlayStation y cobrando las paguitas antes que disfrutar del paraíso de los turnos partidos, horas extras no pagadas y las propinas invisibles.

 

Ya tenemos algunos datos. Ahora vamos con la teoría empresarial según algunos hosteleros:

 

- Los jóvenes no quieren trabajar. Claro, porque ¿quién no sueña con ganar 1.100 euros al mes tras doce horas de pie, sirviendo mojitos a un alemán en chanclas? ¡Un planazo!

- El absentismo está matando la productividad. Porque hacer una política preventiva efectiva es cosa de otros.

- La protección del Estado a través de subsidios está incitando a no aceptar las ofertas de trabajo. En un sistema competitivo, si no puedes competir contra 500 euros, a lo mejor no eres merecedor de llamarse empresario. Ni mereces tener a nadie contratado para tu enriquecimiento.

 

El relato empresarial es otro:

 

1. Pagan sueldos bajos.

2. Ofrecen contratos temporales.

3. Obligan a turnos partidos imposibles.

4. Horas extras no pagadas.

 

Y luego se sorprenden de que nadie aparezca. Es como invitar a alguien a cenar y darle una bolsa de pipas vacía. España es un país donde nunca faltan bares, pero curiosamente sí faltan camareros. Y no, no es que los jóvenes hayan decidido en masa retirarse a un monasterio zen para meditar sobre la vida.

 

El misterio es más terrenal: salarios de risa, horarios imposibles, horas extras no pagadas y contratos que parecen escritos en papel de servilleta. La patronal clama al cielo: “La gente no quiere trabajar”. Claro, claro. Porque trabajar doce horas por el sueldo de ocho, sin contrato o con uno a tiempo parcial que parece un chiste, es un sueño que cualquiera rechazaría por puro capricho. ¡Faltan camareros! Eso dicen los titulares, los empresarios, políticos y los cuñados desde la barra del bar.

 

Una tragedia nacional, bares sin manos que tiren cañas, terrazas sin atender, tapas sin poner, en resumen: Un apocalipsis ibérico. El relato oficial es que “nadie quiere trabajar”. Pero, ¿se ajusta a la realidad? ¿Será que la gente es vaga o que ya no cuela la fatídica frase de “esto es lo que hay”?

 

A lo mejor es que los empresarios no quieren personas trabajadoras, quieren a Batman. La hostelería, que es casi patrimonio nacional, funciona muchas veces con un sistema que parece sacado del siglo pasado: jornadas maratonianas, horas extra que se esconden bajo la alfombra, y esa mítica frase del jefe: “Aquí somos como una familia”. Sí claro, como una familia disfuncional con un padre ausente. Mientras , el cliente sin empatía se desespera porque la caña tarda cinco minutos en llegar, sin considerar que el camarero lleva diez horas corriendo entre mesas y aún le quedan cuatro más.

 

Y la patronal, indignada, insiste en que no hay mano de obra “dispuesta”. Dispuesta, sí… pero no a ser explotada. Tal vez la verdadera falta de camareros no sea por escasez de personas, sino de condiciones dignas. Ya vemos como el influencer “SOY CAMARERO” expone las vergüenzas de unos patronos anclados en la época medieval. Porque al final, quien abandona su trabajo no lo hace por falta de vocación para dar un servicio exquisito, sino por falta de paciencia y dignidad para vivir permanentemente en la pobreza y en la explotación sistemática.

 

El problema no es que falten camareras/as, es más, sobran. Lo que escasea son las ganas de que te exploten y aquí está el gran tabú. La hostelería española se ha construido sobre la idea de que el trabajador es un recurso renovable e inagotable, como el sol o el aceite de oliva. Una camarera se quema, se va, y aparece otra dispuesta a sonreír mientras cobra 1.000 euros por 250 horas, incluido con el “quedate un poco más que se acaba de sentar los clientes”. Hasta que, ¡sorpresa!, dejaron de aparecer, se dignificaron y organizaron y decidieron dejar de perjudicar a su salud y perder su vida por un patrón que no se sabe ni su nombre.

 

Quizás llegue el día que la hostelería deje de pedir superhéroes y empiece a ofrecer empleos decentes, premie la profesionalidad y vuelva a sobrar gente dispuesta a trabajar en un sector que debe actualizarse, porque se ha quedado anclado en hace 30 años. En Canarias la situación es aún más pintoresca.

 

Aquí la hostelería supone más del 10% del empleo autonómico y, sin embargo, casi el 40% de las empresas dice no encontrar personal. La paradoja es maravillosa: miles de desempleados por un lado, miles de vacantes por otro, y en medio un muro invisible llamado condiciones laborales. Pero no pasa nada, siempre se puede culpar a “las nuevas generaciones flojas” “la generación de cristal” o a “la sociedad canaria no quiere trabajar”.

 

Algunos ya han encontrado la salida y la solución mágica: la digitalización. Tablets para coger comandas, , robots para servir, apps para pagar o la última ocurrencia, hay que traer gente que esté dispuesta a ser explotada, la esclavitud de toda la vida. Todo menos pagar salarios dignos, establecer turnos que nos permitan vivir con nuestras familias o reducir jornadas interminables.

 

Dentro de poco, pedirás tu barraquito a Alexa y, si tienes suerte, te lo traerá un dron. Eso sí, nadie te ofrecerá un atendimiento cercano y personalizado que haga que entrar en un bar se convierta en una experiencia cotidiana. Conclusión amarga (como el café solo y en soledad) La falta de camareros no es un misterio. Es la consecuencia lógica de un sector que ha confundido “pasión por la hostelería” con “aguantarlo todo”.

 

La ironía es que los mismos empresarias que decoran locales con maderas recicladas y neones para Instagram olvidan el detalle más simple: que sin camareras no hay negocio, no hay cañas, no hay tapas, no hay NADA. No son capaces de entender que el capital humano de este país de “sol y cañas” es vital, los datos tan buenos que da el sector sería imposible sin invertir y apostar por el capital humano.

 

Así que, estimado hostelera/o, antes de poner otro cartel de “Se busca camarero/a con experiencia, disponibilidad completa y sonrisa eterna”, prueba a poner otro que diga: “Se ofrece salario decente y condiciones dignas y humanas”. Quizá entonces aparezca ese ser mitológico y tan maravilloso como es el personal de hostelería.

 

Borja Suárez Sánchez es Secretario General de CCOO Servicios Canarias

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