
A sus 30 años, Idaira Valencia García ha encontrado en las abejas el eco perfecto de su forma de entender la vida: con dulzura, constancia y sentido de comunidad. Su historia es la de una mujer que, entre montañas y colmenas, ha tejido un puente entre la tradición y el presente, convirtiendo el zumbido de las abejas en una forma de expresión y de arraigo.
Desde la infancia, Idaira sintió una profunda conexión con estos insectos. Recuerda quedarse embelesada mirando cómo revoloteaban entre las flores, mientras su abuela recogía tomates en La Aldea de San Nicolás. “No entendía del todo qué hacían”, confiesa, “pero había algo en ese movimiento constante, en esa danza dorada entre el aire y la tierra, que me flipaba”.
Años más tarde, la vida la llevó a las cumbres de Gran Canaria, donde el silencio arropa la bruma y el olor a salvia. Allí conoció a Paco Díaz, apicultor de Artenara, un hombre sabio y sereno que marcaría su camino. Durante tres años, Paco fue su guía y maestro, enseñándole que la apicultura no es solo trabajo: es escucha, respeto y herencia. Ese periodo consolidó su compromiso con la abeja negra canaria, el paisaje y con la gente que las habita.
Incluso en sus primeros contactos con el oficio, Idaira demostró su vocación innata: al ayudar a su maestro a recoger un enjambre en Tejeda, se acercó sin miedo alguno, guiada por una mezcla de curiosidad y respeto.
La unión de la abeja y el barro
Además de su labor apícola, Idaira lleva siete años profundizando en la alfarería tradicional canaria, formándose junto a diferentes alfareros y alfareras de la isla de Gran Canaria. Por último, se encuentra junto a la maestra Teresa Sarmiento. De ese diálogo entre el fuego, el barro y la abeja nacieron sus primeras colmenas de barro, un proyecto experimental que busca recuperar las técnicas y formas antiguas empleadas por los pueblos del Archipiélago.
A través de este trabajo, combina arte, tradición y sostenibilidad, reivindicando la importancia de las manos como vehículo de memoria.
Su camino está también marcado por la superación. Tras atravesar una relación marcada por la violencia de género, en mayo de este año dio un paso decisivo: crear su propio apiario, fruto del aprendizaje, la resiliencia y el amor por la tierra.
Tamment: raíz, identidad y dulzura
Hoy, Idaira combina su formación en patrimonio, turismo y educación con la apicultura a través de su proyecto Tamment, que define como “un acto de amor hacia lo que somos y lo que nos rodea”.
El nombre Tamment se inspira en la lengua de los antiguos canarios, los pueblos amazigh que habitaron las islas. En algunas variantes del bereber, tamment significa lo bueno, lo dulce, lo puro, aquello que se entrega con respeto. Pero para Idaira, Tamment no es solo una palabra antigua: es identidad, raíz y presente.
“En Canarias, cuando algo es excelente, decimos que es crema o beleten”, explica con una sonrisa. “Eso quiero que sea Tamment: de lo bueno, lo mejor”.
Graduada en Turismo y Marketing Digital, con un Máster en Patrimonio Histórico y Cultural, otro en Formación del Profesorado y especialización en Desarrollo Sostenible y Apicultura, Idaira entrelaza sus conocimientos en educación, patrimonio y medio rural para dar forma a un proyecto único.
Cree firmemente que la apicultura no solo produce miel, sino también conocimiento, empatía y conciencia. “Es una forma de preservar lo nuestro, de reconectar con la tierra y de enseñar que la cooperación —como hacen las abejas— es la base de toda comunidad”.
Desde el Barranco de la Colmencilla, en el municipio de Santa María de Guía, impulsa su apiario con vistas a futuro: crear un espacio donde las colmenas convivan con la historia, la palabra y la enseñanza.
“Mi sueño es que cada visita sea una oportunidad para aprender, respetar y cuidar”, afirma.
Noticias dulces en el horizonte
Pronto, Idaira compartirá nuevas noticias sobre su miel: un producto artesanal y respetuoso con el entorno, fruto de paciencia, trabajo y amor por la abeja negra canaria.
Mientras se formalizan los procesos y todo se pone en marcha, invita a seguir el día a día de su colmenar a través de @tamment_mielcanaria, donde comparte curiosidades, aprendizajes y la vida cotidiana entre flores, barro y abejas.
Porque, como ella misma dice, “ser apicultora no es solo criar abejas: es aprender a mirar el mundo con la misma paciencia, dulzura y equilibrio con que ellas lo hacen.”
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