
![[Img #33003]](https://infonortedigital.com/upload/images/10_2025/9521_acequia2.jpeg)
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El desafío: agua para un hospital en tierra árida
En las áridas tierras del sureste de Gran Canaria, donde el agua siempre ha sido un tesoro escaso, esta historia de ingenio humano y determinación política merece ser rescatada del polvo de los archivos. El Lazareto, un hospital de cuarentena, era esencial en una época de epidemias que azotaban Europa y sus rutas marítimas. Canarias, puerto atlántico estratégico, lo necesitaba para aislar enfermos. Gando, en Telde, fue el sitio elegido, pero surgió el gran obstáculo: no había agua cercana. Ni pozos ni barrancos constantes.
Como relatan documentos como el Boletín Oficial de la época, el agua debía ser de alta calidad, no salina, para beber, cocinar y mantener la higiene.
Los hermanos León y Castillo no solo impulsaron el proyecto, sino que lo defendieron ante críticas locales que lo veían como un favor a Telde. En su día, las autoridades isleñas de la época negociaron con Ingenio el uso de aguas de Carrizal, abundantes del barranco de Guayadeque, y adquirieron específicamente 19 horas de agua de la heredad de Carrizal para llevarlas al depósito del lazareto por la gran acequia construida.
¿Por qué Carrizal? Era la fuente natural más viable, con caudal constante y puro, evitando aguas costeras salobres. La acequia partía del barranco Guayadeque, desde la heredad, y llegaba al gran aljibe del Lazareto, un depósito rectangular de 1000 m², con pilares y arcos de cantería, recubierto de cal y arena.
Una obra maestra de ingeniería campesina
La ingeniería era fascinante: un canal cubierto, con sistema para elevar el agua y una impermeabilización natural. Juan, observador de las técnicas campesinas, usó cal que reaccionaba con el agua, penetrando y solidificando entre las piedras de toba roja antes de entrar al aljibe.
El sistema incluía pilares de ventilación estratégicamente ubicados, construidos con la misma piedra de toba característica del sureste grancanario. Estos elementos permitían la circulación del aire y el mantenimiento del canal .
Conflictos y expropiaciones: el precio del progreso
Pero no fue fácil. Las expropiaciones generaron conflictos, como la reclamación de Doña Ana, desestimada por el gobernador interino Juan Contreras. Argumentaba un trazado alternativo para ahorrar, pero el ingeniero lo vio obligado y económico. El Boletín declaraba la ocupación necesaria, con apelación en ocho días.
Aunque no se conoce con exactitud el coste total del Lazareto, que se estima rondó el millón de pesetas de la época, lo que sí está documentado es que la mayor parte del presupuesto se destinó precisamente a la construcción de la acequia. Esta infraestructura hidráulica representa el verdadero desafío técnico y económico del proyecto.
Para salvar los desniveles del terreno entre Carrizal y Gando, los ingenieros construyeron arcos de cantería de notable calidad arquitectónica. Estas estructuras, que han resistido 138 años de abandono, demuestran la solidez de la construcción decimonónica.
Un patrimonio en riesgo que merece protección
Hoy, con el cambio climático acechando, esta historia nos recuerda la visión de pioneros como los León y Castillo. Pasear por esos vestigios en Ingenio o Telde es tocar el pasado: una lección de cómo la necesidad impulsa la innovación, y cómo las obras, pese a controversias, forjan una isla.
Los tramos conservados de esta acequia, con su arquitectura de cantería y sus soluciones técnicas ingeniosas, merecen ser declarados Bien de Interés Cultural. Porque nadie ama lo que no ha visto, y estas fotografías demuestran que estamos ante una joya de ingeniería histórica que se deteriora en silencio.
Ojalá las autoridades coloquen esa placa; sería un homenaje a una acequia que salvó vidas y unió comunidades. Si visitan Carrizal, busquen esos tramos, que valen más que cualquier relato.
Y es importante destacar que hoy en día, esas 19 horas de agua adquiridas en su momento siguen siendo propiedad del Ejército del Aire, un vínculo jurídico que conecta el siglo XIX con nuestro presente y que testimonia la vigencia histórica de aquella obra pionera.
Texto y fotografías: Juan Vega Romero
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