Primero Canarias, sí, ¿pero qué Canarias?

Tercera entrega de mi serie de artículos dedicados a analizar el panorama político actual. Toca ya darse una vuelta por Canarias, para ver por dónde soplan los aires por estas latitudes. Y lo primero que se aprecia, sin indagar demasiado, es que la mayoría de lo que se mueve, ahora y desde hace mucho tiempo, lo hace por ambición, por conveniencia o por supervivencia política, no por convicción o por amor desinteresado por esta tierra. Hablamos sobre todo de la irrupción reciente de un nuevo partido, "Municipalista Primero Canarias", liderado por Teodoro Sosa. Se presentan como un proyecto “soberanista” y “municipalista”. Muy bien pero, nacen cómo escindidos de Nueva Canarias, no conformes con quien ostentaba el poder hasta ese momento, el ex presidente y ex de CC Román Rodríguez. Lucha de poder en el origen de los de Teodoro por tanto, el típico "quítate tú pa ponerme yo". La misma lógica que estuvo en el orígen de Nueva Canarias (Román quería repetir como líder de CC y no lo dejaron). Y, casualidad, también la misma lógica de Alberto Rodríguez con su Drago: traicionado y ninguneado por Podemos, el señor de las rastas monta un nuevo proyecto, ahora sí de obediencia canaria, no los seis años previos en los que estuvo de sumiso diputado de Podemos en Madrid.
Lo que quiero que vean con esto, es que la mayoría de todos estos que proclaman su amor por Canarias y sus posiciones no sumisas, los tendríamos hoy con otras cosas si hubieran seguido acumulando poder o logrando lo que querían. En resumen, "viejos perros con distintos collares", a los que la “canariedad” se les activa solo cuando pierden el mando o el micrófono. Dicho de otra forma: mientras pueden administrar, manejar, repartir o figurar, nada de Canarias primero (no vaya a ser que se enfaden en Madrid y se acabe la vidorra); cuando no pueden, descubren súbitamente la “obediencia canaria” como bandera de reciclaje político con el que seguir en el candelero. No parece demasiado honesto, pero es lo que hay. El problema, es que hay más problemas.
Para que entiendan bien por dónde voy hemos de volver a lo que deberían ser los partidos políticos, no grupos chachis, cerrados, jerárquicos e ideologizados, sí herramientas al servicio de la gente. Y las herramientas, por su propia lógica, son diferentes según lo que se quiera arreglar. Y en Canarias, lo que nos define hoy es la profundidad de nuestras fracturas, y eso es lo que hay que arreglar, con dos realidades que dominan sobre las demás. La primera, una desigualdad social cada vez más obscena, con una élite cada vez más rica y una mayoría social cada vez más pobre. La clase media, antaño amortiguador y sostén del sistema, se ha evaporado entre sueldos precarios, alquileres imposibles y una economía que premia la especulación y castiga el trabajo. La segunda es el auge de la ultraderecha, también en Canarias, donde ciertas estimaciones de voto les otorgan hasta siete diputados y mucho mando en las municipales. Una ultraderecha alimentada precisamente por el malestar social y la frustración acumulada de los que se sienten abandonados por las élites y estafados por las falsas promesas del progreso de las izquierdas blanditas.
Ante este escenario, ¿en serio creen que la solución va a llegar desde un nacionalismo de centroderecha que aspira a converger con Coalición Canaria, un partido sumiso a Madrid como no se recuerda? ¿No ven lo que le pasa al PP en España, perdiendo votantes en las encuestas, de tantos que se les marchan a Vox prefiriendo el original a la copia? Cuando los problemas de Canarias nos vienen porque somos un experimento avanzado del capitalismo más salvaje, y lo que necesitamos son medidas correctoras claramente anticapitalistas y en muchos casos intervencionistas, ¿en serio creen que esta gente va a apostar por esa vía? ¿Todos éstos municipalistas "nuevos" no son ya gente veterana que han convivido durante décadas con los intereses empresariales más poderosos y con las estructuras clientelares del poder en las islas? ¿No ven que los van a engañar igual que han hecho siempre, usando la bandera canaria para seguir administrando la desigualdad desde el poder?
Pero hay más, más todavía, porque en los círculos políticos de las élites canaristas se juega otra nueva (vieja) baza: la de los que le dieron la patada, que buscan ahora su sitio. Me refiero a lo que queda de Nueva Canarias, después de que se le fueran la mayoría con Teodoro, los Luís Campos y compañía, a los que los municipalistas le dieron una patada montando un nuevo partido. Y me refiero también al Drago de Alberto Rodríguez, al que también le dieron la patada en Podemos y ningunearon luego en Sumar. Parece que suena una posible confluencia de obediencia canaria más a la izquierda con estas dos siglas, a las que imagino querrán sumar algunas más de corte soberanista o independentista. Y bueno, a tenor de mi argumento de los párrafos anteriores, eso de que hacen falta medidas correctoras intervencionistas de corte anticapitalista y que para hacer frente al auge de la ultraderecha es mejor desde la izquierda, pudiéramos pensar que nos conviene apostar por éstos de Drago y Nueva Canarias juntos con algunos más. El problema es que en política no todo es tan fácil como 2+2, y a veces 2+2 son 6, y otras 2+2 son 2, o menos todavía. Y así, a estos dos partidos no se les recuerdan propuestas valientes de verdad en defensa de Canarias, ni en Madrid ni por aquí, y tampoco están en las luchas de la calle, con los colectivos sociales, en las batallas que duelen y acarrean multas, persecución de la policía y ostracismo de los medios. Estas cuentas en el caso de Drago son aún más catastróficas, pues en la anterior legislatura eran cuatro los diputados de Podemos en el Parlamento de Canarias, y con la llegada de Drago-Sumar para dividir, lo que pensaban podía ser un 2+2 resultado que fue cero diputados. Poco cartel para convencer de que ahora y en adelante sí van a ser coherentes, combativos y valientes. Y hay otro detalle más que los penaliza mucho a estos dos, y es que en política las marcas tienen su momento, su ventana de oportunidad, su tiempo para actuar, pasado ese lapso, si no se hacen cosas buenas para la gente, las marcas políticas caen en desgracia y dejan de ser atractivas para el electorado. ¿Averiguen dónde están ahora los naranjas de Ciudadanos? Ya no están, porque desaprovecharon sus oportunidades.
Por eso, cuando titulo este artículo que está muy bien lo de poner a Canarias primero, pero pregunto qué Canarias queremos construir, se trata de decidir si lo que queremos es más política desde arriba, con los mismos de siempre, para que apuesten por pactos cómodos y gobiernos centrados en repartir obras, subvenciones y sillones, o una Canarias que se atreva a pensarse como sujeto político real, que exija soberanía como derecho para cambiar el modelo económico y social que nos condena. Y es que además, el ejemplo lo tenemos muy reciente y cercano, en Euskadi, Cataluña o Galicia, los movimientos soberanistas fuertes -Bildu, ERC, BNG- no nacen de escisiones oportunistas o de patadas en el culo, son procesos lentos y trabajados, que nacen de la conciencia colectiva, con raíces sociales, sindicales y culturales profundas, que vinculan independencia o soberanía a la justicia social. Son proyectos de izquierda, con sus errores, que también los tienen, pero transformadores en cierta medida, por entender que sin redistribución de la riqueza y sin control sobre los recursos no hay verdadera soberanía. Esta es, creo, la gran asignatura pendiente que tenemos en Canarias (como colonia que somos): fundir la soberanía con la justicia social, y la canariedad con la igualdad, la identidad y la dignidad.
En conclusión, como ya he dicho otras veces: las empresas difíciles -y mejorar Canarias es una empresa altamente complicada- no se alcanzan por caminos cortos ya transitados, tampoco engañando a la gente.



























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