Educación infantil

El poder de las neuronas espejo

La neurociencia respalda que los niños aprenden principalmente a través de la observación y la imitación, destacando el papel fundamental de las neuronas espejo en su desarrollo emocional y social.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 22 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

Una popular frase, atribuida a diferentes figuras célebres, dice: “No te preocupes si tus hijos no te escuchan, ellos te observan todo el tiempo”.

 

En la misma línea, Albert Bandura, uno de los principales teóricos del aprendizaje social, demostró que los niños aprenden comportamientos, valores y actitudes observando a los demás.

 

Y hasta la sabiduría popular lo resume bien: una imagen vale más que mil palabras.

 

Sí, lo sabemos: lo que hacemos enseña más que lo que decimos.

 

Y ahora la neurociencia confirma lo que la intuición ya nos decía: el ejemplo educa más que el discurso.

 

¿Por qué?

 

Las neuronas espejo son las responsables de ese “contagio” emocional y conductual.
Estas neuronas se activan tanto cuando hacemos algo como cuando vemos a otra persona hacerlo.
Gracias a ellas bostezamos si alguien bosteza, sonreímos si alguien sonríe… o nos tensamos si alguien grita.

 

Y en la infancia, estas neuronas están a pleno rendimiento.
El cerebro de un niño es una auténtica esponja emocional: absorbe tonos de voz, gestos, expresiones y formas de reaccionar.

 

Son la base del aprendizaje emocional y social.
Gracias a ellas los niños aprenden empatía, compasión, calma… o lo contrario.
Por eso, más que enseñar con palabras, enseñamos con presencia.

 

Y nuestra presencia es reflejo.

 

Somos el primer espejo donde nuestros hijos se miran.
Cada gesto, cada tono, cada reacción… les devuelve una imagen de cómo se vive el enfado, la alegría, la frustración o la ternura.
Por eso, más que hablar de normas o sermones, necesitamos revisar qué imagen estamos reflejando.

 

Cuando un niño nos observa manejar una situación desde la calma, su cerebro está aprendiendo autocontrol, incluso sin que digamos una sola palabra.

 

Cuando le hablas con respeto incluso en el conflicto, aprende respeto.
Cuando te ve disculparte, aprende humildad.
Cuando te ve perder los nervios y luego reparar, aprende a gestionar errores.

 

Nuestras neuronas espejo “dialogan” con las suyas, y ese intercambio crea aprendizajes duraderos.

 

Tu tono, tus gestos, tus silencios y tu forma de tratar a los demás son su manual de instrucciones emocional.

 

Las neuronas espejo hacen que tu hijo no solo te imite: sienta contigo.

 

Cómo usar este poder a tu favor


Aquí van algunas formas de poner las neuronas espejo a trabajar positivamente:

 

  1. Modela lo que quieres ver:
    Si quieres que hable sin gritar, habla sin gritar tú.
    Si quieres que pida perdón, empieza tú cuando te equivocas.

  2. Cambia el sermón por la observación:
    En lugar de “¿cuántas veces tengo que decirte que recojas?”, prueba con un simple
    “Veo una toalla mojada en el suelo.”
    Tu tono, tu calma y tu mirada dicen más que mil palabras.

  3. Valida antes de corregir: “Entiendo que estás enfadado porque querías seguir jugando”. Esa frase enseña empatía más que mil sermones.

  4. Muestra vulnerabilidad: “Hoy me sentí frustrada y me salieron los gritos. Lo siento, estoy aprendiendo a gestionarlo mejor”. Tu hijo aprende que equivocarse y reparar es humano.

  5. Cuida cómo hablas de ti: si te oye decir “soy tonta”, aprenderá a hablarse igual. Si te oye decir “me equivoqué, pero puedo hacerlo mejor”, eso será lo que copie.

  6. Celebra sin exagerar: la motivación también se contagia, pero sin premios ni juicios. Un “te esforzaste un montón” vale más que un “eres el mejor”.

  7. Cuida tu lenguaje no verbal:
    Tu hijo no solo oye tus palabras: ve tu cara, tu postura, tu energía.
    El respeto también se transmite con el cuerpo.

  8. Recuérdalo en los momentos difíciles:
    Cuando más te cuesta mantener la calma, más te necesita observando cómo se hace.

 

Tus hijos no te necesitan perfecta, te necesitan consciente.
Cada día, sus neuronas espejo están aprendiendo de ti cómo se ama, cómo se gestiona el enfado, cómo se pide perdón y cómo se sigue adelante.

 

Educar con el ejemplo no es una frase bonita: es una realidad biológica.
Y la buena noticia es que, igual que tus gritos se contagian, también lo hacen tu ternura, tu paciencia y tu respeto.

 

Nosotros somos su espejo, y en ese reflejo diario, están construyendo su manera de relacionarse con el mundo.

 

Así que la próxima vez que te preguntes cómo enseñar respeto, empatía o calma… mírate al espejo.
Ahí empieza todo.

 

Haridian Suárez

Trabajadora social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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